Siempre que emergen nuevos procesos eleccionarios, y en este caso con un enemigo invisible como el COVID19, que para muchos hay una sensación que ya pasó, otros la lucha continúa y a otros nunca la sumó ni le restó; lo cierto es que para la política la conquista de poder vuelve a ser la vedette aún en los peores escenarios de posguerra.
En el caso de Córdoba cada vez que aparecen las renovaciones de los cargos legislativos nacionales (en el Senado o en la Cámara Baja) surten un sinnúmero de pseudoanálisis que están impregnados de pasiones y de manera parcial más que de objetividad y/o brindar información imparcial que permita ayudar al ciudadano a contar con más herramientas para poder enfrentar un proceso decisional con más contundencia y seguridad. De hecho, comienzan con las guerras históricas de las resultantes de otras elecciones, que si X obtuvo tantos votos, ahora porqué tendría más o menos que Y.
La respuesta no es muy difícil, solo desembarácese de su velo ideológico y de sus condicionamientos emocionales (incluso de moralidad) y verá que Ud. está como elector en un momento de la historia que no es el mismo que hace unos años atrás, y a los políticos les pasa lo mismo; que la agenda de prioridades que discutían públicamente hace un tiempo es otra y que de hecho se hace campaña política. ¿Para qué? Para ganar la elección, sino de lo contrario no tendría sentido nada.
Así que no espere ansiosamente y de forma esperanzada que todo va a surgir como Ud. se siente cómodo o en lo que más lo beneficia, porque la sociedad la integran todos, con todos los límites de cada categoría que queramos poner en la mesa de análisis, esto es: identidad ideológica, simpatía partidaria, sexo, edad, profesión, nivel socioeconómico, altura, o lo que fuera.
Redoblando la apuesta, a cualquier suerte de pitonisa de la vida pública de Córdoba, le preguntaría ¿Ud. se imaginaba la política cordobesa sin la voz del extinto José Manuel De la Sota? ¿Ud. se imaginaba la vida pública donde las redes sociales juegan un rol de denunciante serial, justiciero in eternum y temor de la vida privada, como si el posteo que realizara alguien condiciona la vida de todos y más aún en el descrédito de las instituciones y de sus sujetos, que hasta hace desestabilizar el rol preponderante de los medios de comunicación y se les conoce ahora como “tradicionales”?
Contemplando estas cuestiones, nos quedan resaltar algunas reflexiones finales a tener en cuenta: 1) la coyuntura social y política siempre (y subrayadamente) condiciona los escenarios de proyección individual o grupal; esto significará que no dé por hecho lo que está en construcción porque se puede caer y verá la decepción. 2) los oficialismos utilizan los diseños institucionales en su máxima expresión a su favor para perpetuarse en el poder, independientemente de la agenda ciudadana; como diría Adam Przeworski siempre se busca correr el límite de lo permitido, de lo que está adentro. 3) el desafío ciudadano en las próximas elecciones es no validar de modo delegativo las acciones políticas ni tampoco de modo participativo únicamente; más bien in crescendo, que denote la maduración de la acción y sus consecuencias.