Golpe al Estado!

De más está decir que la coyuntura que nos aqueja en términos generales  indica que todas las áreas de gestiones provinciales como la Nacional específicamente están cayendo en percepción por dos cuestiones que todos conocemos: el hartazgo de estar encerrados y no tener un norte (emocional) y la recesión económica personal y general, que independientemente que uno trabaje, no alcanza (material).

Ahora bien, ¿qué lectura están realizando los actores políticos para encauzar esta realidad pandémica? Desde la oposición se encargan una serie de actos multitudinarios con un sabor de irresponsabilidad trasladada a los participantes intentando ser íconos de la agenda política y en consecuencia implícita ciudadana, “El 20 de junio, día de la bandera,  hizo un banderazo; en 9 de julio, día de la independencia, abogó por la independencia de poderes; el 17 de agosto, día del libertador San Martín, llamo a defender la libertad” tal como nos advierte la colega Shila Vilker.

En el caso del oficialismo “de qué cuarentena me hablan?” y la utilización del concepto “aislamiento” en los últimos anuncios del jefe de gobierno nacional hacia todos los ciudadanos, abren la puerta del enojo y agudizan exponencialmente la conducta social marginal a las instituciones del orden.

Hasta acá todo era esperable en el funcionamiento del concepto en segundo plano de Grieta en modo on; eso es normal. Pero el esgrimio por parte ex presidente Eduardo Duhalde afirmando que “La Argentina puede tener un golpe de estado” encendió todas las alarmas sensoriales de la historicidad ciudadana argentina. A algunos les implicó un llamado al pasado, con todo lo que ello implica. A otros les generó un estado de desesperación por algo más incierto e inseguro. Otro sector muestra indiferencia y subraya naturaliza la anarquía.

Este tipo de aseveraciones, descontextualizado o intertextualizado en un discurso político anclado en la fuerza del emisor, fundado por sus características personales de articulador, facilitador y promotor del equilibrio institucional es una tesis muy desafiante y un llamado de atención muy fuerte a todos los actores de la política argentina.

No obstante un comentario bisagra de esta naturaleza pero de una profunda carga emocional más que material puede entenderse como una suerte de estiramiento conceptual tal como indicara Giovanni Sartori, pidiendo que algo que nació en un momento explique toda la historia y no sería oportuno, porque también está impregnado de una carga de irresponsabilidad. Es más, sugiere una interpelación al Estado tal como lo conocimos, lo experimentamos y lo interpelamos que ofrece resistencia a la modalidad de ser el actor monopólico de la fuerza.

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